Aviso:
“QUIENES ESTAMOS CONSCIENTES DE LA GRAN OBRA DEL GOBIERNO MILITAR,
ANULAREMOS NUESTROS VOTOS EN LAS FUTURAS ELECCIONES (DE CONCEJALES),
EN DEMANDA DE LA LIBERTAD DE LOS SALVADORES DE CHILE ENCARCELADOS,
Y POR EL FIN DEL PREVARICADOR ACOSO JUDICIAL EXISTENTE EN CONTRA DE ELLOS”

4 de mayo de 2011

Por qué esperan a Bachelet

Gonzalo Rojas 
Miércoles 20 de Abril de 2011 
La Concertación vivirá los próximos dos años a la espera de su hada madrina. Mientras ella no se defina, mientras no dé el sí de las niñas, todos los restantes liderazgos corresponderán -a lo más- al trabajo de unos dignos teloneros.
Pero ¿por qué el conglomerado opositor es incapaz de imaginarse bajo otra candidatura que no sea la de Michèlle Bachelet? Porque quiere ganar la próxima elección presidencial. Punto.
Durante dos décadas, las izquierdas chilenas agrupadas en la Concertación hicieron sistemático énfasis en la incapacidad de la centroderecha para generar un programa convincente que lograse vencer en las urnas. Le achacaron a sus rivales -entonces opositores- el afán por buscar siempre un candidato-mesías, a falta de unas ideas-eficaces.
Pero el defecto estaba en la propia casa, más que en la ajena. Agotado el proyecto concertacionista después del mediático impulso final de Lagos, reinó a continuación en Chile una imagen femenina que sembró afectos y sensaciones, mientras esa misma Presidenta era efectivamente alejada del gobierno cotidiano.
Ricardo tenía gestos de rey, pero gobernó; Michèlle tenía despliegue de Presidenta, pero sólo reinó.
Por eso se fue con altísima aprobación y la conserva hoy en todas las encuestas. En esos sondeos se dice, además, que tiene mucho futuro. Entonces, ayuna de convicciones y desgarrada por sus conflictos internos, la Concertación se aferra a ese clavo ardiente, a esa magia estadística, a esa reina en el exilio.
Por su parte, a la Coalición le va a resultar muy difícil enfrentarse a esa imagen mítica y a la realidad de una presencia planetaria ampliamente difundida. Convencer a los chilenos de que no necesitan una monarquía constitucional a cargo de Michèlle Bachelet va a complicar mucho al actual gobierno en su afán de continuidad.
La Concertación lo sabe y se prepara para desplegar toda la sapiencia comunicacional que la ha caracterizado. El cronograma ya está, las agencias diseñan hace tiempo ideas-fuerza y atractivos logos, los fotógrafos sabrán sacarle el máximo de partido a la varita mágica de esas sonrisas y de esas bromas, de esas femeninas intuiciones y sensaciones.
El trabajo analítico corresponde, entonces, a los partidarios de Piñera, a los promotores de Lavín o de Golborne, de Allamand o de Longueira... o de quizás quién.
Si de su parte no hay una larga y sistemática tarea de preparación retrospectiva sobre el anterior gobierno Bachelet, la elección presidencial en que ella se enfrente con alguno de los gobiernistas será una derrota clamorosa para el aliancismo: 60-40.
¿Destrucción de imagen de la ex Presidenta? No, por ningún motivo. Cualquier campaña dura o agresiva -además de ser injusta- sólo reforzaría la etérea dulzura de la dirigenta socialista y elevaría su aura aún más en el Olimpo.
La estrategia parece ser otra, y debe ser tan respetuosa de su persona como de la verdad. Quizás deberá consistir en mostrar la imposibilidad que tiene la ex Mandataria de gobernar efectivamente a Chile.
Si no pudo hacerlo una vez -y hay que saber concretar cómo fue alejándose de la toma de decisiones en la segunda etapa de su período-, ¿cómo lograría hacerlo en el futuro, cuando sus partidarios conocen ya tan bien su debilidad? ¿Qué puede ofrecerles Michèlle Bachelet a los chilenos que no haya prometido antes, sin lograrlo? ¿Por qué, alejada del país -sin compromiso con sus gentes durante años-, podría tener la capacidad de conducirlos hacia una vida mejor? ¿Quién garantiza que en un segundo período no volverá a ser una figura sólo simbólica, tras la cual se oculte de nuevo una Concertación rapaz y aún más extremista?

14 de abril de 2011

Progresistas: de la risa a la furia.


Gonzalo Rojas

Miércoles 13 de abril 2011.

Felices y furiosos: así están los liberales y progresistas. Felices, porque han pillado en falta a fulano o a perengano, a la menganita o a la zutanita. Furiosos, porque -para sus ahora delicadas epidermis- las faltas cometidas por los acusados son inaceptables.

Se los ve por todos lados en esa doble actitud: después de sonreír maliciosamente -porque ellos lo sabían, yo te lo dije, a mí no me vienen con cuentos- comienzan a enardecerse, suben el tono de la voz, se les acaba la ironía y terminan indignados ante tanta maldad y pecado.

Vaya paradoja. Alegrarse por el mal ajeno, sólo porque el vicio se ha presentado en las vidas de quienes consideraban sus rivales y ahora son la peste negra, les llena el alma de gorgoritos, mas sólo por un breve tiempo, porque esa bilis es tan corrosiva, que después de la burla aparece la furia.

Y entonces el enojo furibundo -a más de alguno se le ha visto gritar prometiendo que acabará con todos los perversos- descubre el verdadero objetivo de la crítica y de la descalificación. Porque el norte de los liberales y de los progresistas no ha sido nunca proteger a los niños (mientras a más temprana edad se inicien los adolescentes en la vida sexual, mejor, nos dicen); ni dotar al clero, a los pastores o a los rabinos de una adecuada formación y control de calidad (mientras menos y más tontos sean, antes se acabará el oscurantismo, afirman); ni, por cierto, reforzar una moral única para todos los miembros de la especie, obligatoria y liberadora a la vez (mientras más autonomía tenga cada uno, menos cadenas arrastrará, sostienen).

Su objetivo, mil veces repetido, es un rotundo "vive como quieras".

Y por eso se enojan los nuevos cátaros, porque creen estar luchando contra los malos, pero tienen que hacerlo en el nombre del bien. Y en el bien, vaya, en el bien como tal, ellos en realidad no creen. Intuyen que están dentro de una maraña, capturados. Eso los pone de muy mal genio.

Sí, porque la misma vara que liberales y progresistas están usando para censurar a quienes la han derribado culpablemente, esa misma vara, queda ahora enaltecida como medida y referente de los actos humanos. Podrás reírte y descalificar al que ya la botó, pero seguro que te gustaría haberte propuesto algún día saltar a esa altura.

Y ahora que criticas, ¿estás dispuesto a imponértela a ti mismo como medida de tus hechos, o esa exigencia sólo corre para tus rivales?

Porque por tus actos se te medirá, sí, a ti también.

Pero el desagrado de los liberales no termina ahí, ya que más encima los rivales del progresismo -conscientes y arrepentidos por las faltas cometidas- se han atrevido a pedir perdón. Da lo mismo, la respuesta será igual de dura, porque, ¿habrase visto desfachatez igual?

Querer convalidar el pecado con la humildad. No hay límites. Y por eso, ante este último recurso que los liberales consideran inaceptable, el progresismo responde con todo. Increíble, incomprensible, inaudito: así se califica al que se atreve a pedir perdón.

Pedir sinceramente perdón es la altura máxima, el récord mundial de la autoexigencia moral. Y eso -lo declaran ellos mismos- está muy lejos de lo que resulta aceptable para un progresista.

Bien lo sabía Bloy: "Los burgueses son demasiado adorables para no convertirse ellos mismos en dioses; a quienes les corresponde pedir es a ellos, sólo a ellos". Es la diferencia entre, por una parte, los que saben que pueden pecar y cuando lo hacen piden perdón y, por otra, los que, pecando, sólo atinan a reírse primero, para enojarse después.

Junto a todos los males padecidos, seguro que esa diferencia será percibida como un gran bien.

9 de abril de 2011

La fronda contra Van Rysselberghe


Gonzalo Rojas
Miércoles 06 de Abril de 2011

"Asumí una región angustiada, en medio de saqueos, sin servicios básicos y sin ninguna garantía de orden". Perfecto resumen de Jacqueline van Rysselberghe para el clima social que le tocó enfrentar desde la intendencia.

Y para que se entienda a fondo lo que le pasó desde el mismo 27-F en adelante (siendo aún alcaldesa), nada mejor que el terrible diagnóstico de Alberto Edwards, quien describe "el sentimiento orgulloso y jerárquico de una sociedad influyente y altiva, a medias aristocrática, a medias burguesa, tranquila por interés, dominadora por temperamento, respetuosa de la autoridad y de la tradición, pero empapada a la vez en sentimientos de independencia... que, ante el peligro de la disolución social, había aceptado de nuevo el yugo..., pero que no se resignaba, ya una vez desvanecido en apariencia el peligro de la anarquía, a servir de apoyo incondicional y ciego al poder absoluto reconstituido... por la acción de un hombre de genio".

Es la descripción de la fronda, de la oligarquía. Esa maraña que Alberto Edwards logró tipificar magistralmente y que cada tanto se encarga -por encima de las ideologías que la dividen- de desprestigiar y derribar a las personas que juntan esa insoportable doble condición: poder y genio.

La fronda -diversas frondas, en realidad- se encargó de ir minando la tarea de la intendenta. Sus errores, unos pocos probablemente, debían ser explotados para que una portaliana como ella no siguiera adelante con tareas que iban a consolidarla como una mujer de genio.

¡Qué peligrosa!

Un peligro ciertamente para la fronda concertacionista, porque fue la alcaldesa quien logró que los militares llegaran a pacificar la zona, cuando los civiles de Bachelet rechazaban todo uniforme en las calles, por aquel torpe prejuicio que caracteriza a las izquierdas.

Un peligro obviamente para las aspiraciones senatoriales del chavismo representadas por Navarro en esa zona, único lugar en el que la fronda bolivariana puede seguir teniendo presencia en Chile desde 2013 en adelante.

Un peligro también para toda la fronda del pituto, del que buscaron beneficiarse numerosos derechistas de todas las estirpes penquistas, quienes habiendo votado por ella ya tres veces, esperaban ver multiplicados en cargos y prebendas los apoyos electorales. Pero se quedaron fuera.

Un peligro para los sectores más livianos de la UDI, los que olvidan hoy con facilidad cuánto apoyo dieron a la mano firme que enderezó a Chile. Ahora, en cuanto ven un liderazgo exigente, carismático y proyectable, tiemblan: no se vaya a identificar a la UDI con un partido que valora el poder fuerte. Por eso afirmó un senador que él, estando en el caso de la intendenta, habría renunciado en febrero; y por eso una ministra -sin parte en el tema- ha insistido en el autoritarismo de Van Rysselberghe. Que los fuertes renuncien al ejercicio del poder, porque es peligrosona (no reguleque) la gente esa -piensan algunos en la UDI.

Un peligro, además, para el partido aliado, colectividad que en todos los niveles -directiva, parlamentarios, líderes locales- prefirió herir la autoridad presidencial personalizada en la conducción regional, que someterse a un carácter fuerte y emprendedor. Van Rysselberghe lo comprobó, pero espera con nobleza que eso se termine: que "con mi renuncia vuelva la unión a la Coalición por el Cambio y sigamos trabajando por lo que más importa, que es el bienestar de todos los chilenos".

Algo casi imposible, porque las frondas siempre encontrarán un rival común al que dirigir todas sus furias y, de paso, se combatirán unas a otras. La ex intendenta ha quedado inscrita en la larga lista de sus víctimas.

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2 de abril de 2011

Jaime Guzmán, cordial


Gonzalo Rojas Miércoles 30 de Marzo de 2011

Cegatón, friolento y alfeñique. Esa era la impresión que podía dar Jaime Guzmán a un observador de primer contacto. Anteojos de mucho aumento, abrigo café con bufanda hasta bien avanzada la primavera, y un caminar algo endeble. Guzmán carecía, en efecto, de los atractivos propios del postulante a triunfador. Parecía, de entrada, una persona convaleciente, quizás recién salida a la calle después de una dura enfermedad. Todo eso, hasta que comenzaba a relacionarse más directamente, hasta que comenzaba a hablar.

Entonces, el novato universitario, la sencilla pobladora o el escéptico periodista extranjero quedaban cautivados. Porque Jaime Guzmán fue la palabra hecha vida y una vida de palabras lúcidas, calurosas y fuertes.

De cegatón, nada. Veía las vidas ajenas con penetrante claridad, y hablaba sobre esas existencias con total lucidez. Un día, ante la queja por la supuesta desviación de uno de sus colaboradores desde el mundo gremial a la actividad política, aclaró el punto: "Parece que tú no entiendes qué es la vocación personal; aprende a respetarla; déjalo tranquilo".

Esas luces profundas sobre los demás lo llevaban a imaginar a cada uno de los suyos trabajando en esto o en aquello -en docencia, en comunicaciones, en política-, pero siempre tratando de dilucidar qué sería lo adecuado para cada persona y, por lo tanto, dónde podría servir mejor a Chile. En eso era planificador, no hombre de libre mercado.

Y de friolento, mucho menos. La calidez de su palabra tenía múltiples dimensiones: el afecto de sus preguntas interesándose por las circunstancias de las otras vidas, las felicitaciones por los logros obtenidos, las respuestas dentro y fuera de clases a las mismas preguntas que año tras año surgían de entre sus alumnos, la polémica sonriente, sin descalificaciones. Todo eso, cordialmente.

Por cierto, nunca olvidarán el calor de sus conceptos quienes oyeron, poco antes de su muerte, esa terrible decisión: "Ustedes tienen familia; no deben exponerse. Sólo yo hablaré para votar que no al indulto de terroristas".

Para qué decir si correspondía o no llamarlo alfeñique. Por el contrario, era evidente la fortaleza de su ritmo de trabajo, con horarios algo desplazados desde media mañana hasta bien entrada la noche. Una clase, y dos reuniones, y una entrevista, y 10 llamadas telefónicas, y la redacción de dos discursos, y otra reunión, y otra clase, y dos conversaciones personales... Y, entremedio, oración, oración. No paraba.

Tampoco se ocultaba la persistencia con que perseveraba en sus objetivos. Apoyado en una memoria colosal, le importaba mucho más llevar a la práctica la decisión acordada que modificarla a raíz de un cambio inesperado en las circunstancias. Igual con la penetración de un argumento, en el que no cejaba ante las objeciones, porque estando intelectualmente seguro, buscaba nuevas fuerzas para desarrollarlo y hacerlo convincente.

Y si llegaba el momento de corregir a otra persona, su fortaleza era temible: "¿Por qué no cambias ese mal genio? ¿No ves que a veces no se te pueden encargar algunas cosas?". Comentarios tremendos, llenos de afecto, pero exigentes por su conocimiento certero de la debilidad ajena.

Hay quienes siguen empeñados en discutir si en política fue o no un intelectual; si había leído mucho o poco; si fue o no original en su pensamiento; si se guiaba por las ideas puras o sucumbió a veces a la necesidad de resultados.

Quizás sea otro el plano donde deba estudiárselo más detenidamente: como el hombre público chileno que con mayor eficacia administró afectos, generó vínculos, impulsó vocaciones. En eso fue insuperable.

Decisivamente, cordial.

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24 de marzo de 2011

Para los EE.UU., con respeto

Gonzalo Rojas
Miércoles 23 de Marzo de 2011

Criado desde los cinco años en un ambiente en que había que aprender pronto a hablar inglés ( A merican , por cierto) y celebrar el 4 de julio cantando " Oh, say can you see... ", asumo el sesgo, pero agradezco esa formación.

Treinta y cinco años después de egresar del Saint George's College, llegó la posibilidad de enseñar Historia de los Estados Unidos de América en un cuarto año de Licenciatura. A estudiar mucho; no quedaba otra. Manuales, monografías, clásicos, papers de última generación; facts, facts . Pero al mismo tiempo que armaba el aparato de datos, comenzaron a aflorar las coordenadas fundamentales de la historia estadounidense, como si los 12 años de básica y media, en bloque, se posaran bajo el profesor.

¿Qué apareció entonces? ¿Qué enseño hoy? Ante todo, que los Estados Unidos son un proyecto de salvación propia que está preñado de un sentido misional: " In God we trust" es la divisa que mueve a los primeros peregrinos y que -aunque mil veces afirmada y unas cuantas decenas de veces también traicionada- sirve como referente para su actuar hacia el mundo entero.

Pocas naciones -¿existe otra?- se atreven a medirse y ser juzgadas por esa vara, nada menos que la del Creador. Las demás creaturas podemos calificar el intento como hipócrita, pero quienes lo sostienen, conscientes de esa crítica, merecen el respeto que se dispensa al valiente.

Está también su portentosa aventura de la libertad, del emprendimiento y de la creatividad. Es el american dream que cautiva y acoge a millones desde comienzos del siglo XVII, pero que también los ha devorado con un pragmatismo y un individualismo que no se ha compadecido con los sujetos de color rojo (nativos) o de color negro (esclavos) o incoloros (los aún no nacidos y abortados). Para muchos de ellos, y por mucho tiempo, los sueños han sido interrumpidos. No han tenido ni paz ni vida.

Un tercer elemento es la conciencia de su grandeza nacional. Cantábamos de niños: " America, America, God shed his grace on thee". De océano a océano, su destino manifiesto ha sido expandirse en todas las direcciones que el territorio permitía. Lo conquistaron, lo poblaron, lo desarrollaron. Pero está pendiente todavía que lo humanicen plenamente.

Para intentarlo, iniciaron un experimento republicano, bastante receloso de la democracia popular, que poco a poco, sensatamente, fueron transformando en una práctica de amplia participación. " We the people of the United States", declararon originalmente, pero les ha costado mucho hacer realidad esa premisa. Y, por eso mismo, nada de mal estaría que, con toda sinceridad, reconocieran ante la historia comparada en cuántas cosas han ido ganando terreno gracias a los ejemplos ajenos.

¿Son efectivamente un crisol de razas, de mentalidades y de sectores sociales como para autodeclararse la melting pot por excelencia? Depende. Qué duda cabe de que ninguna dimensión de lo humano les es ajena, que born in the USA es un sello que garantiza enormes posibilidades hacia adelante, por esa misteriosa igualdad en el punto de partida. Pero, por otra, es indudable también que todavía, incluso post Obama, importan, y mucho, el acento y el color de la piel.

No puede terminar el curso sin una referencia al afán bélico de los Estados Unidos. Hace ya casi 250 años que, en el mundo entero, han sido una maquinaria estratégica de influencias diplomáticas y de guerra. " Semper fidelis " es el lema de sus marines , de los que desembarcan en todas las tierras para hacer la guerra, para llevar la paz.

Gracias, muy noble. Pero no esperen que evitemos preguntarnos si lo hicieron bien, si nos fueron fieles, también a nosotros. En la diplomacia en Chile; en la guerra en Libia.

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17 de marzo de 2011

¿Miserables por hacerlo bien?

Gonzalo Rojas
Miércoles 16 de Marzo de 2011

El reciente twitteo del senador Ignacio Walker, presidente de la DC, refleja muy bien el estado de la Concertación.

Pocas palabras, terribles palabras: "Si el Gobierno ha hecho toda esta parafernalia para diferenciarse de la Presidenta Bachelet y el 27-F, yo digo que hay que ser muy miserable", escribió, suponemos que después de pensarlo varias veces.

Por supuesto que este gobierno es distinto del último de la Concertación; por supuesto que el modo de enfocar una emergencia ha sido diferente de la administración Bachelet, y ciertamente la manera de comunicar se ha distinguido de las estrategias de Vidal o de Tohá. Eso es justamente por lo que votaron los chilenos en enero antepasado: distinguirse de lo anterior, cambiar.

Calificar esa diferenciación de miserable es simplemente una muestra de la propia impotencia. Sí, una señal tanto de la incapacidad demostrada en su momento como, de paso, un reconocimiento de la derrota logística y comunicacional experimentada ahora.

¿Qué esperaba la Concertación? ¿Una situación de descontrol casi total como la del 27-F y los días siguientes? ¿Deseaba una comunicación tan banal como la del ex ministro Vidal cuando aseguraba que "lo que se vio en la costa es maremoto aquí y en Burundi", simplemente sustituyendo al país africano por "Japón"? ¿Quería la Concertación el bis del caos?

Para los opositores, el problema fue que los miserables del Gobierno se comportaron a otra altura: trabajaron con meses de anticipación, se constituyeron a tiempo completo, usaron todos los recursos de seguridad armada convenientes y comunicaron con claridad. Todo eso junto desarmó a la Concertación.

Más importante -aunque quizás todavía no hayan reparado en esto- es que las autoridades gubernamentales usaron un lenguaje y unos conceptos que resultan totalmente inaceptables para el concertacionismo.

Sígase la secuencia del mensaje oficial a la ciudadanía desde las primeras horas del viernes 11: advertencia clara sobre el peligro; invocación al orden en las evacuaciones; petición de colaboración hacia los más débiles; llamado a la obediencia a la autoridad; insistencia en la paciencia frente a la supuesta pasividad del mar; en fin, gratitud por el comportamiento ciudadano una vez terminada la emergencia.

Claridad, orden, solidaridad, obediencia, paciencia y gratitud, todo junto -prudencia, que la llaman.

Conscientes o no -quizás en estos casos afloran de modo algo espontáneo esas actitudes mucho más conservadoras que liberales, que hacen grandes a las naciones-, los colaboradores del Presidente pidieron a la población un conjunto de comportamientos que son completamente opuestos a ese imaginario que alimenta a la Concertación, como a todas las izquierdas: confusión, desorden, egoísmo, rebeldía, impaciencia, autogratificación.

Y los chilenos respondimos. A regañadientes por momentos, porque durante 20 años estuvimos mal acostumbrados a sentirnos dueños absolutos de cada decisión, siempre incentivados a correr las fronteras, a invocar la autonomía personal para cuanta tontería pueda destruirla.

Pero esta vez no. Esta vez el sentido del límite, tan propio de la prudencia y del buen gobierno, fue perfectamente comprendido y respetado. Mira que el mar no entiende de diálogos.

Ese regreso al sentido común, esa sensatez propia del retorno a lo fundamental, eso, a la Concertación le duele en el cuerpo, en las vísceras de su cosmovisión disolvente.

Y, además, tenía que suceder justo a 30 años de la entrada en vigencia de la Constitución actual, la de Pinochet, la que se promulgó en nombre de la autoridad y del orden.

Qué mala onda.

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9 de marzo de 2011

El posnatal que falta



Gonzalo Rojas Miércoles 09 de Marzo de 2011

Las relaciones entre los padres y sus hijos recién nacidos constituyen sólo la segunda etapa de un largo vínculo que ha comenzado nueve meses antes y que en este tema sí que sí, sólo la muerte termina rompiendo.

El problema es que en muchas dimensiones sociales -en la familiar también- se vive en Chile de modo algo esquizofrénico. Pasa en la relación entre los días de estudio y el fin de semana de carrete en el alumno universitario; sucede en la comparación entre candidato simpático y parlamentario ya electo, pero totalmente apático; se aprecia en el afectuoso jefe de hogar vespertino, que se ha comportado durante el día como un despótico jefe laboral. Esquizofrenias.

Hay también otras fracturas, las que afectan específicamente la relación entre padres e hijos, ese vínculo tan claramente reforzado por el posnatal. Sea cual sea la mejor solución respecto de plazos y de montos, quienes discuten afirman buscar las mejores condiciones para el desarrollo de los afectos y de los cuidados parentales y maternales.

Pero eso no es completamente cierto. No lo es, porque la mayoría de los criterios y de las políticas vigentes afectan gravemente, de modo esquizofrénico, la adecuada relación entre padres e hijos.

El despliegue hace más de 40 años de una campaña de control de la natalidad -de la que se enorgullece el presidente actual de la DC- daña sutilmente el vínculo entre los padres y aquellos hijos estrictamente planificados, casi de planilla Excel.

A su vera, el crecimiento estadístico de la mentalidad abortista muestra cómo se incentiva a las madres a discriminar entre quiénes podrán ser finalmente amamantados y quiénes irán al tarro de la basura. Por cierto, dentro de esa esquizofrenia, está aquella otra, más sutil: la hija, que fue criada por su madre, no necesita consultarle ni a ella si a su vez puede eliminar a su propia hija... el día después.

Y todo esto, bien adobado con el despliegue de la campaña antimatrimonial, porque no se trata ya sólo de una difusión del divorcio, sino de una promoción de la simple junta. En el "no te cases", en el "no te comprometas", en el "sólo convive mientras te guste", está el llamado esquizofrénico a privar a tu hijo de la seguridad más elemental complementaria a su lactancia materna: la que dan un hombre y una mujer, quienes, después de procrearlo -y desde su propia debilidad-, se comprometen establemente a fortalecer al tercero más desvalido.

Y, por cierto, súmale el divorcio, gran progreso de la esquizofrenia, porque al mismo tiempo que llamas a los padres a implicarse más y más en los cuidados del niño, más los animas también a mandarse cambiar en cuanto les parezca que esa misma carga -sí, la mujer o el marido y los hijos comunes- pueda disfrazarse de un "se nos acabó el amor". Tienes que luchar durante meses por sacar adelante a tu hijo, pero en cuanto quieras estás autorizado a dejar de esforzarte para sacar adelante tu matrimonio -dentro del que están, vaya, tus mismos hijos.

Falta todavía. A ese mismo hijo que ha sido criado en su específica sexualidad, numerosas políticas y elaborados programas lo tratarán -a medida que se acerque a la pubertad- como un ser asexuado, simple materia de las teorías del género, y, en algunos casos, peor: lo promoverán como un manojo de instintos, emancipándolo tempranamente de sus padres, a los que en virtud de ese despliegue convertirá en abuelos a temprana edad.

Triste: cuando el niño tiene apenas seis meses, en las actuales condiciones de la sociedad chilena, ahí sí que comienza a sufrir de verdad.

O se corrigen las mentalidades descritas y se promueven políticas que configuren el posnatal que falta, o el nuevo es sólo una pomadita, casi un placebo.

En las actuales condiciones de la sociedad chilena, cuando el niño tiene apenas seis meses, ahí sí que comienza a sufrir de verdad.

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2 de marzo de 2011

Los tres tercios en televisión

Gonzalo Rojas
Miércoles 02 de Marzo de 2011
Sucedió unos 10 o 12 años atrás. En la corrida de asientos, al fondo de la micro amarilla, el profesor universitario se sintió algo incómodo por la insistente mirada del jardinero con quien compartía la misma ruta por Las Condes, directo hacia el Cantagallo.

Hasta que, por fin, el hombre de las manos portadoras de tremendas tijeras pasó de la mirada a la palabra: "¿Usted tiene un programa en la tele, no?". "Tenía", fue la respuesta. "¿Era el programa de 'Los grandes viejos', no, ese sobre personajes de la historia de Chile?", insistió el jardinero, trabajador de unos 45 años bien gastados. "Sí, pero se terminó", tuve que contestar. Y entonces, la segunda sorpresa: "Ta' que me gustaba; aprendía tanto", acotó mi interlocutor.

El primer tercio de las personas que trabajan en televisión sabe que la dignidad de todos sus compatriotas está siendo sistemáticamente degradada -teleserie a teleserie, festival a festival, noticiario a noticiario, matinal a matinal-, pero apenas pueden ayudar a los millones de chilenos -todos, los 17- que merecen belleza visual y sonora, pensamiento veraz, información cuidadosa, opinión ponderada. Aquellos son los actores, productores, camarógrafos, maquilladores, directores, guionistas, tramoyistas, locutores, reporteros y de un cuantohay, que se van cada tarde a sus casas con la preocupación de haber logrado muy poco en su empeño por ofrecer algo realmente mejor a través de las pantallas. Y no faltan los que con el paso de los años abandonan el medio, perseguidos o frustrados.

Porque existen los otros dos tercios. Y son de temer.

Un segundo grupo está en televisión porque ahí hay mucha plata; y punto. ¿Negocio legítimo? Por cierto, pero cubierto de pieles falsas: derecho de los telespectadores a ver lo que quieran (pero son los emisores los que deciden qué ponen); pluralismo de la estación respecto de los contenidos (pero salen al aire sólo los que tienen financiamiento, y la mayoría de los empresarios, piensen como piensen, parecen olvidarlo al guiarse por el rating ).

Y no son precisamente sueldos de subsistencia los que se pagan, ni ganancias de sobrevivencia las que se obtienen. O sea que para esta buena gente, si los venenos y las basuras dan mucha plata, deben ser ofrecidos como alimento nutritivo, desde temprano por la mañana hasta bien entrado el trasnoche.

El tercer tercio es el decisivo, porque ha logrado una alianza duradera con el segundo. Son los comunicadores ideológicamente activos, quienes escogen la TV como un campo para diluir más y más las convicciones de los chilenos.

La cultura formal -la Kurtura : artes plásticas, universidades, teatro, arquitectura, letras, cine, música- se la dejan a sus colegas de la izquierda movilizada. Ellos, los de la TV, se dedican con entusiasmo a la farándula comunicacional. Así, la fórmula es perfecta: el telespectador traga en la pantalla una grasa que lo satisface, aunque a veces le cae mal o lo deja con hambre de algo distinto; y entonces consume más de lo mismo o -buscando otra cosa que lo llene de verdad- se deja caer en los amables brazos de la Kurtura ... Ganancia completa para la izquierda.

Escribió Antonio Gramsci hace casi 80 años: "Si se trata de dirigir orgánicamente a toda la masa económicamente activa, se trata de dirigirla no según los viejos esquemas, sino innovando, y la innovación no puede hacerse de la masa, en sus primeros momentos, a no ser a través de una élite". Son los hombres de partido, instalados en la cultura. Son los hombres de partido, dominantes en la televisión.

¿Habrá alguna esperanza para el buen jardinero que se lamentaba porque ya no podríaFuente aprender más sobre Montt o Bilbao?

25 de febrero de 2011

El otro párroco


Gonzalo Rojas
Miércoles 23 de Febrero de 2011
Como siempre, el viernes 18 de febrero el párroco se levantó a las 6 y media. Hace un año vive donde la señora Julia, la prima de su madre, porque la casa parroquial está en el suelo, igual que buena parte de la iglesia del pueblo. Después de una semana de vacaciones en casa de uno de sus hermanos, ha retomado su ministerio en la Colchagua profunda, con el horario de siempre: pasó a rezar a la capilla instalada por ahora en el salón parroquial -que resistió bien el terremoto porque es de construcción reciente- y dijo la misa de 8. Ese día fueron 27 los asistentes; a la salida, el párroco rechazó amablemente las invitaciones a tomar desayuno, porque siempre lo hace con la señora Julia, quien lo cuida bien de su incipiente diabetes.

El día se presentaba normal para esa época del año: desde las 9 visitó enfermos, habló largo con la hija de uno de ellos -muy rebelde todavía ante la enfermedad terminal de su padre- y hacia las 11 entró a comprar ampolletas al almacén del italiano.

Tenían puesta la tele. La noticia lo conmovió entero. En sus 17 años de sacerdocio nunca se había sentido tan descolocado. -Hay que volver a la capilla -pensó, mientras se despedía del italiano.

Rezó, primero nervioso, después con paz. Cuando salió de nuevo a la calle, pasadas las 12, llevaba una idea clara en la cabeza: si yo no soy capaz de apoyar a mis feligreses ante este momento de confusión, ¿quién podría? Tenía claro que se le vendría un chaparrón encima, mucho peor que el del 27 de febrero anterior, pero que de nuevo Dios lo tomaría de la mano para guiar su palabra y sus pasos. Tranquilo, se dijo, tranquilo.

Pero no le duró mucho. Se acordó de que en media hora estaba citado al almuerzo en que iba a exponerle a don Rubén el presupuesto final para la reconstrucción de la iglesia, aprobados ya los planos de arquitectura. Y, claro, don Rubén...

Efectivamente, la cosa se complicó. El caballero estuvo intratable: le dijo que ya no veía a la Iglesia como una institución confiable; que prefería ayudar a los bomberos a terminar su nuevo cuartel; que a él, al párroco, no le guardaba ningún rencor, pero que no tenía ninguna seguridad sobre cómo sería su reemplazante, en quizás unos pocos años más.

El párroco sólo le dio un argumento -y piénselo bien, don Rubén, agregó-: usted es la Iglesia, porque está bautizado; no la mire desde fuera, como un extraño; póngase mis pantalones, que son los mismos suyos, y después me llama y hablamos; y, por cierto, tan amigos como siempre...

Después de la siesta, que esta vez no alcanzó a durar los 15 minutos habituales, el párroco rezó el rosario. Se distrajo varias veces, pero era lógico: tenía que ubicar a Raimundo, el joven alumno de mecánica automotriz que venía preparando desde el 2008 para el seminario; y habría que juntar a las señoras catequistas, y llamar por celular al obispo, y... Total, que el rosario fue bastante al lote.

Con Raimundo habló hacia las 4 y le propuso que meditara en una sola idea: si Dios te llama, no nos tengas a los demás como ejemplo, míralo a Él. El chiquillo se quedó tranquilo. A las buenas señoras -una preguntó con audacia: "Padre, ¿y qué contestamos si nos dicen que todos ustedes son pedófilos?"- les dijo: contesten que son muy pocas las mujeres que son prostitutas; son las menos y también tienen redención.

El obispo se adelantó y lo llamó a media tarde. Le dijo que había que rezar mucho, por todos, por las víctimas y por los que han cometido estos graves pecados, por los sacerdotes; y que rezara por él mismo.

El párroco comió liviano. Poco antes de irse a la cama, pensó que tenía que reconstruir la iglesia, en el suelo ya por un año; que tenía que reconstruir la Iglesia, siempre terremoteada desde Judas. Y se durmió rezando.

Fuente

17 de febrero de 2011

La sana política es importante para Chile.


“Sus dichos fueron, en todo caso, un error que Van Rysselberghe procuraría evitar si ahora pudiera hacer rewind hasta el día anterior. Pero sus palabras quedaron grabadas (¿Hace cuánto tiempo que la venían siguiendo? ¿A quiénes más se les aplica este tipo de procedimientos?)”.(Gonzalo Rojas)

El país vive tiempos importantes, y nosotros la gente de la derecha y el centro que cree en la unidad, y de que somos dueños de nuestra propia identidad nacional, que demostramos el respeto de las instituciones del Estado como ente unitario para todos los sectores sociales,que creemos en la primacía de la ley, que esta no debe mantener en la impunidad a nadie, ni tampoco ser usada fuera de toda justicia.Debemos unir nuestras voces para exigir que sean la virtud, el merito, el provecho, quienes primen sobre la partitocracia que al final sólo corrompe el alma nacional.

Por sobre cualquier hecho o interés personal esta la dignidad individual, esta el respeto por aquellos y aquellas que no se pueden expresar directamente, pero que son presos de la frustración de ver que los politiqueros traicionan con tanta facilidad los principios y valores que dicen tener.
Esos hombres y mujeres responsables que existen entre los millares de trabajadores, medianos y pequeños empresarios, estudiantes, dueñas de casa, etcéteras, siempre han considerado la importancia del trabajo honesto, de la libertad de emprender, de producir riqueza, y confían en que quienes nos dirigen actualmente, están ahí gobernando, porque les confiaron la necesidad de implementar un “cambio” que nos permita recuperar lo que en 20 años pasados se había perdido y es : Desarrollarse económica y socialmente de manera equitativa, y distanciándose para siempre de la corrupción y del dolo politiquero.

Las rectificaciones no son dueñas, de un “temprano o un tarde”, cuando se hacen de todas maneras son bienvenidas.

Publicado en Allvoices

6 de mayo de 2010

Sindicalismo a la deriva.

Miércoles 05 de Mayo de 2010

En Valparaíso, a las 11 de la mañana del sábado 1 de mayo, se iniciaba en la plaza Sotomayor la marcha por el Día del Trabajo. A 100 metros de los manifestantes, un profesor y una docena de alumnos universitarios comenzaban un paseo de estudio por los cerros del puerto. Por eso pudieron conocer de primera mano —y sin habérselo propuesto— el número de participantes y el clima de la reunión.

Si hubiesen sido consultados días antes por la eventual cifra de asistentes, quizás habrían contestado: unos cinco mil manifestantes, con toda seguridad. Pero la escena real era muy distinta: sólo había entre 250 y 300 personas, en una mañana cálida, perfecta para copar el puerto con largas columnas de trabajadores en decidida actitud. Pero sólo eran unos muy pocos cientos…

¿Y el ambiente? Al comenzar, simplemente lindante en la apatía, aunque después quizás haya evolucionado hacia la algarabía. Los manifestantes llegaban a chorritos, de a tres, de a cuatro; casi la mitad eran jóvenes que venían a solidarizar con la clase obrera, pero al incorporarse, buscaban y buscaban, sin encontrar a esas masas que imaginan en sus sueños. Algunos venían con poleras del Che, otros con Víctor Jara estampado en sus pechos. Mientras tanto, por cierto, sonaba esa música tan positiva y fraternal que caracterizó a la UP. Algunos manifestantes, los mayores, seguramente evocaban las marchas de apoyo a Allende, con esas decenas de miles de participantes enfervorizados; y miraban para el lado… y ahora, nada.

Entonces tomó la palabra la locutora. Sí, la típica voz pronunciada de las izquierdas juveniles: “Saludamos a los dirigentes…, saludamos al concejal comunista de…, saludamos a los representantes de…”. Unas cuantas decenas de menciones, todas acompañadas de seis o siete aplausos. Ningún rugido de las masas, ninguna ovación de apoyo.

Ah, y banderas, sí, unas pocas banderas. Las contamos: ocho de los anarquistas, una del PC, dos del MAPU, seis o siete del PS, dos del MIR, varias de la CUT. Del PDC no parece haber llegado ninguna.

Esas banderas probablemente explican el porqué de una manifestación tan pobre. Algunas son las enseñas que corresponden a los dirigentes de la Concertación, que a esa misma hora estaban siendo insultados, y escupidos en la manifestación paralela en Santiago.

Fulvio Rossi cree que el rechazo se debe a que la Concertación no ganó la última elección; otros políticos de izquierda adjudican la repulsa a su alejamiento de los intereses reales de los trabajadores.

Puede ser, pero la pregunta está mal enfocada. Lo que realmente debe preocupar es la enorme distancia existente entre los trabajadores reales y sus dirigentes nominales. Y no costará mucho contestar si se mira la situación con sinceridad.

Las izquierdas no han hecho otra cosa en su historia que politizar a los sindicatos (incluso, cuatro supuestos líderes de los trabajadores fueron candidatos en la última elección… y ahora vuelven a la dirigencia laboral, como si nada). Y, al ser manipulados, obviamente los trabajadores se alejan de sus organizaciones.

¿Y las derechas? Timoratas, ausentes, desvinculadas del mundo sindical, aunque cuentan con una doctrina —el gremialismo— que se aplica perfectamente a todas las instituciones intermedias, para sanearlas y fortalecerlas en su verdadero papel. Pero tal vez les cueste aprender de la experiencia izquierdista, y no falten los que durante estos cuatro años intenten una “politización correcta” de los sindicatos, mientras otros quizás sigan en una pasividad culpable, olvidando que poseen los instrumentos para ayudarlos a cumplir con su imprescindible papel social.

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